Homenaje a Málevich (divertido y arriesgado)
En toda obra pictórica, los artistas nos enfrentamos a un hecho objetivo: plasmar en dos dimensiones lo que sentimos en un mundo de tres.
Kazimir Malévich, en muchas de sus obras, haciendo un divertido y arriesgado ejercicio de abstracción y siguiendo sus rotundos principios: fondo blanco, figuras simples, colores primarios… como herramienta, logra un universo tridimensional a través de un soporte bidimensional. El resultado de este intenso trabajo es el epítome suprematista: “Blanco sobre blanco, 1918”.
Malévich destila su obra suprimiendo toda connotación que no sea intrínseca a la propia pintura, con un compromiso férreo, estoy seguro que casi doloroso; para ello se apoya en el cuadrado, forma autorreferencial, que solo observándose ortogonal al mismo sigue percibiéndose como cuadrado; en cualquier otra posición, se observa como rectángulo, romboide o simplemente cuadrilátero irregular.
Mi proyecto, iniciado hace unos años, parte de la inquietud de desandar el camino trazado por el maestro, usando como inspiración su cuadro “Suprematismo (con ocho rectángulos), 1915”.
¿Cómo se transforma una forma bidimensional en un volumen tridimensional?
Mas en concreto, ¿cómo convertir en tres dimensiones los rectángulos que aparecen en el citado cuadro?
En esta búsqueda me encuentro con el biesfenoide rómbico, un poliedro compuesto por cuatro triángulos que plasmado en el espacio bidimensional conforma un polígono de tres o cuatro lados.
Una figura que además es visualmente bella, flexible, sencilla, dócil, suave, misteriosa…
Para poder fabricar los biesfenoides utilizo el aluminio, material idóneo por sus características físico-mecánicas, permitiéndome suspenderlas en el aire controlando el ángulo entre las aristas y exactitud en los vértices.
De este modo compongo en el espacio como Málevich lo hacía en el cuadro y empiezo a jugar con la luz, con la sombra y con el tiempo.
Divertido y arriesgado.